El 'bebé Theresa' reabre
el dilema entre el derecho a morir o a la vida artificial
Claudia Baca
El País
Miércoles 1° de abril,
1992 – Miami, Florida.
La breve vida del bebé Theresa, una niña que nació sin cerebro
y cuyo drama conmovió a todo Estados Unidos, ha suscitado en este país una
urgencia por resolver el dilema legal sobre el derecho a la vida o a la muerte
de personas que no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir sin asistencia
médica especial. Theresa Ann Pearson estaba condenada a morir desde que nació,
y sus padres, Jostin y Laura, querían que los órganos vitales de la niña
ayudaran a salvar a otros, pero no pudieron cumplir sus deseos porque las leyes
se lo impidieron.
La familia, con la ayuda de un abogado que la representó
gratuitamente, Walter Campbell trató en vano de persuadir a la justicia de que
le permitiera donar los órganos de Theresa de modo que pudiera dejar un legado
de su trágico nacimiento. La niña murió antes de que el Tribunal Supremo de
Florida llegara a pronunciarse sobre su caso. Antes, una juez de Fort
Laudertale, al noreste de Miami, y un tribunal de apelaciones negaron su
solicitud, aduciendo que legalmente no estaba muerta mientras presentase algún
signo de actividad cerebral, que en su caso era el rudimentario mecanismo que
la hizo chillar cuando nació y que controlaba los latidos de su corazón y su
respiración. Donar uno de sus órganos vitales a otro niño significaría su
muerte segura.
Campbell sostiene que el Estado invadió el derecho de sus
clientes a tomar una decisión personal con su médico sobre la suerte de la
niña. "Este bebé conmovió a muchas personas durante su breve vida",
dijo su padre, Jostin Pearson, un trabajador de la construcción de 30 años.
"Sólo esperamos que no la olviden ahora que se ha ido".
Campbell y un abogado especialista en apelaciones, Scott Mager,
prometieron seguir adelante para obligar al Estado a revisar sus leyes. El
mismo día en que Theresa murió, Mager entregó en la legislatura de Florida un
proyecto de enmienda a la ley que define cuándo ocurre la muerte. Según el
experto, de acuerdo a una decisión de la Corte Suprema de 1984 que era
aplicable a Theresa, jurídicamente ella tenía derecho a morir por "carecer
totalmente. de las funciones cerebrales de reconocimiento y no tener conciencia
de sus alrededores". Casos como el de Theresa que involucran decisiones
capitales para médicos y millares de personas sin esperanzas de vida abundan en
Estados Unidos, pero rara vez llegan a tener la atención nacional que el bebé
Theresa convocó.
En opinión de Gonzalo Herranz, presidente de la comisión
deontológica de la Federación de Colegios Médicos de España, el hecho de que se
plantee la eutanasia para un niño sin cerebro "nace de la mentalidad de la
intolerancia hacia la deficiencia". "Si esta mentalidad se va
extendiendo, se empieza matando a niños anencéfalos y se acaba matando a niños
con síndrome de Down", afirma.
La ley, tras la sociedad
Según varios especialistas consultados por el Miami Herald, las
leyes nunca avanzan tan rápido como la medicina o la tecnología, y en ellas
están involucradas una maraña de conceptos políticos, religiosos, morales y
económicos que contribuyen a la confusión. "La ley simplemente no alcanza
a la tecnología, no sé si puede, dada la sociedad pluralista en que vivimos",
explicó James Hendricks, una abogada experta en derecho de salud.
Para el reverendo Henry Minich, capellán de la
Universidad de Miami y profesor adjunto de leyes, la dificultad está en que la
sociedad cambia más rápido que las leyes. "El propósito de la ley es
reflejar la realidad de la sociedad, y la sociedad siempre estará delante de la
ley". La tragedia de Theresa, ampliamente difundida en los medios
nacionales de comunicación, abrió viejas heridas en muchas familias que han
pasado en silencio por lo mismo. Según el abogado Campbell, sus oficinas
recibieron centenares de llamadas de gente ofreciendo su apoyo moral y
económico a Laura Campo y Jostin Pearson, una pareja de trabajadores que se las
ingenia para mantener a sus otros dos hijos y que lleva ocho años de vida en
común.
Es difícil decidir quitarle antes de tiempo la vida a alguien y más a un ser que amas. pero sabiendo que de todos modos va a morir, puedes llegar a pensar que sus órganos y una parte de ese ser siempre vivirá en el cuerpo de alguien que ayudó a sobrevivir.
ResponderBorrarSólo sabiendo que no hay esperanzas de vida, creo que esto es algo bueno. En el caso de que tenga algún problema como por ejemplo, Sindrome de Down, el ser puede tener una vida plena y feliz.
Si la bebé estaba condenada a "no vivir", ¿por qué el gobierno tendría que oponerse?. Los padres son responsables de sus hijos, no era inhumano querer donar los órganos de sus hija, iban a cambiar la vida de muchas familias, ofrecían una mejor calidad de vida para otros bebés, que por desgracia su hija no tuvo la misma oportunidad.
ResponderBorrarDentro de mi opinión el gobierno no tenía por que haber intervenido, ellos no están pasando por la situación y se les hace fácil evitar una decisión de padres de familia, cuando realmente Bebé Thresa no tenía ninguna oportunidad de calidad de vida.